lunes, 8 de febrero de 2021
Framing Britney Spears (2021)
martes, 2 de febrero de 2021
Time (2020)
Ese acotamiento del futuro es la esencia del drama de la vida. Un drama que conforme envejecemos se vive desde la memoria y en muchos casos desde el arrepentimiento. Un drama en el que una y otra vez la mente reproduce momentos clave de nuestra historia, utilizando a la palabra “hubiera” como la gran llave de una felicidad más completa que ya no será. La felicidad detrás de escoger otra carrera, otro trabajo, otra pareja, o en el caso de Sibil Fox Richardson, la felicidad detrás de no intentar robar un banco junto a su esposo en 1997.
La cineasta Garrett Bradley escuchó la anécdota de Sibil y Robert Richardson en el 2016 durante la filmación de su corto documental ‘Alone’, y pensó que la historia de esos dos jóvenes que recién casados y esperando gemelos decidieron robar un banco, bien merecía la pena contarse en un corto documental como el que en ese momento estaba filmando.
Sin embargo cuando Bradley manifestó su interés por hacer un corto sobre la pareja, Sibil, quien durante el robo había fungido como la conductora del vehículo de escape mientras su esposo y su primo robaban el banco, le entregó a la directora una maleta llena de pequeñas cintas en las que había filmado más de cien horas de video detallando el viacrucis legal y emocional que había emprendido para obtener una reducción de la condena de su esposo Robert, quien a pesar de haber sido detenido antes de concretar el asalto, y de no haber herido a nadie durante los eventos, fue condenado a 60 años de prisión.
Es a partir de esas cintas que Garrett Bradley compone una de las piezas documentales más memorables del 2020. Una película que es al mismo tiempo el rescate documental de una familia destruida por la ausencia de un padre que ha visto crecer tras las rejas a sus hijos durante 18 años; la sentida y apasionada historia de amor de una pareja que navega las turbulencias de su violenta separación asiéndose a la cada vez más remota esperanza de obtener justicia; y finalmente la crónica de otro ejemplo más de la discrecionalidad y la ligereza con la que la “justicia” suele condenar a todos aquellos que, ya sea por ignorancia o pobreza, no tienen acceso a los medios adecuados para defenderse.
La inteligencia y sensibilidad con la que Garrett Bradley edita el material grabado por Sibil permite construir un poderoso vínculo de empatía con el espectador. Un vínculo que afortunadamente no se establece desde la explotación de la miseria o el llanto fácil, sino a través de la meticulosa construcción del personaje central de la historia: la incansable Sibil, que detrás de toda su cursilería religiosa y de su obsesivo deseo de protagonismo, se alza como un personaje de tenacidad y fuerza avasalladoras ante quien el espectador se termina rindiendo.
Estructurado como un gran crescendo que tensa sus líneas emotivas hasta llegar a un clímax extraordinario, ‘Time’ es además de todo lo anterior una bella reflexión sobre la forma en la que los seres humanos experimentamos nuestra propia historia, y sobre la forma en la que nuestra vida suele estar estructurada en torno a dos o tres decisiones cruciales que nos llevan por un cauce determinado.
Me gusta creer que después de décadas de vivir sólo dos o tres cosas se recuerdan en el lecho de muerte, y este documental es la crónica de uno de esos recuerdos imborrables. Un recuerdo que definió los aspectos centrales de la vida de dos personas, y que gracias a la pericia de Garret Bradley compartimos a un nivel de intimidad que rara vez se transmite en un documental. Es esa intimidad la que gradualmente resignifica el cúmulo de imágenes cotidianas que Sibil graba cámara en mano con candidez y torpeza. Imágenes cotidianas que una vez terminado el documental se nos estrellan de lleno en el alma, como si nosotros las hubiéramos vivido.
Pieces of a Woman (2020)
La cosa se complica aún más cuando nos damos cuenta que “la mirada femenina” no es una fórmula concreta, sino un halo de veracidad hasta cierto punto intangible que permea la atmósfera de una narrativa. Y es a través de esa “mirada” que se genera una representación de la realidad con la que el público femenino se identifica de inmediato, y mediante la que el público masculino encuentra un terreno ideológico completamente ajeno, repleto de detalles cuya complejidad jamás habría imaginado.
En ‘Pieces of a Woman’, la primera cinta hollywoodense del director húngaro Kornél Mundruczó, el término “mirada femenina” toma un papel protagónico a través del guion escrito por Kata Wéber. El texto, que originalmente fue concebido para una obra de teatro homónima que se estrenó en 2018, parte precisamente del dolor y la culpa que Wéber y Mundruczó sufrieron al perder un bebé por complicaciones de parto.
Por primera vez en la historia de las colaboraciones entre el director y la guionista, Mundruczó se hizo a un lado y no tocó el guion de su pareja. De esa forma Kata Wéber exorcizó su dolor a través de un texto particularmente laborioso en términos de detalle para la primera parte del filme, para posteriormente, a través de las interacciones familiares de la protagonista y del planteamiento del juicio contra la partera, encarnar esa culpa femenina inescapable que deviene de la agresiva noción social del “fracaso materno” que implica perder a un hijo.
‘Pieces of a Woman’ es una experiencia cinematográfica de gran intensidad. Su construcción formal abre con un plano secuencia de casi treinta minutos, ejecutado con virtuosismo por Mundruczó y por el cinefotógrafo Benjamin Loeb, en el que la cámara, sin corte alguno, danza por los rostros de Vanessa Kirby y Shia LaBeouf mientras experimentan la felicidad y el dolor más absolutos.
Ese acto inicial bien vale el boleto (o en este caso el streaming), sin embargo el filme nunca vuelve a alcanzar ese nivel de virtuosismo técnico, narrativo e histriónico. El juicio que se emprende por presiones familiares contra la partera, y las situaciones sociales que rodean a la protagonista no siempre se plantean con inteligencia, y en más de una ocasión se presentan desde la torpeza del cliché sentimental. Sin embargo, lo que sí se mantiene constante durante todo el metraje es la extraordinaria construcción a nivel de guion y a nivel actoral del personaje protagónico.
A pesar de que el mundo ficcionado alrededor del personaje de Vanessa Kirby pueda por momentos parecer endeble, la historia puntual de esa mujer que lucha por su derecho a tomar decisiones a partir de su individualidad, rebelándose contra una sociedad que cree tener perfectamente perfilado el manual del dolor, resulta memorable.
A diferencia del personaje de Shia LaBeouf, que termina convirtiéndose en un cliché de la masculinidad, y el de Ellen Burstyn, que a pesar de sus grandes habilidades actorales es otro gran cliché, lo que hace Vanessa Kirby con el guion de Kata Wéber me parece extraordinario, y es precisamente a través de ese personaje que puedo percibir la “mirada” de la que hablaba al principio de este texto. Esa mirada que a través de sus sutilezas me adentra en un territorio desconocido, y que además me enfrenta al hecho de que hay experiencias que no puedo imaginar. Al hecho de que no puedo ponerme en los zapatos de todos, y que hay códigos que sólo aquellos que han vivido una experiencia límite me pueden transmitir. Encontrar eso en una película no es algo común, y lo agradezco.
Escojo cerrar este texto con frivolidad: no veo, ni remotamente, a otra actriz que pueda arrebatarle la mejor actuación del 2020 a Vanessa Kirby.
lunes, 4 de enero de 2021
Soul (2020)
Veinticinco años han pasado desde que Pixar estrenó con bombo y platillo la primera parte de Toy Story, una de las sagas más redituables, exitosas y propositivas de la historia del cine de animación, cuyo mayor acierto fue dinamitar por completo la frontera entre cine animado infantil y cine animado adulto. Esa era (y fue durante veinticinco años) la brillante fórmula de Pixar. Una fórmula que garantizaba productos diseñados tanto para el disfrute infantil como para el disfrute adulto, buscando siempre el santo grial de una película lo suficientemente adulta para incitar el deseo de consumo de los padres, pero lo suficientemente infantil para que los niños quisieran ver la cinta y le dieran a sus padres la excusa perfecta para sentarse frente a una película “para niños”.
martes, 29 de diciembre de 2020
Top Libros 2020
★ (Abominables)
Por fortuna este año no hubo ninguno
★★ (Malos)
Por fortuna tampoco hubo malos este año
★★★ (Buenos)
20. The Three Body Problem (Liu Cixin, 2008)
★★★★ (Muy Buenos)
★★★★★ (Obras Maestras)
miércoles, 16 de diciembre de 2020
Mank (2020)
viernes, 20 de noviembre de 2020
Vaquero del mediodía (2019)
¿Puede alguien vivo desaparecer? Esa es la pregunta que el periodista y documentalista Diego Enrique Osorno se plantea en ‘Vaquero del mediodía’: el documental con el que intenta localizar a Noyola, elaborando en el proceso de búsqueda una biografía que se construye a través de los sentidos testimonios de aquellos que conocieron al incendiario autor de ‘Tequila con calavera’.
El legendario poeta infrarrealista Mario Santiago Papasquiaro, cuyo carácter quedó inmortalizado en las páginas de ‘Los detectives salvajes’ de Roberto Bolaño, bautizó a Noyola como “vaquero de mediodía”. Sin embargo Noyola no era infrarrealista ni parte de movimiento literario alguno. Noyola fue un hombre que perfeccionó el arte de la autodestrucción. La autodestrucción física y la autodestrucción social. Un hombre odiado por todos al que Octavio Paz declaró como el poeta “más inspirado de su generación”, pero cuya obra más contestataria no fueron sus versos sino su profundo desdén por la existencia.
Osorno elabora un filme profundamente personal, en el que hace a un lado la máxima del documentalista que se mantiene “objetivo” y “ajeno” a la narrativa, para introducirse de lleno en la sentida búsqueda de su amigo. Una búsqueda ejecutada desde los rincones citadinos más oscuros, donde los vagabundos le regalan a Osorno pistas sobre el paradero del hombre que ha dejado de ser hombre para convertirse en mito.
Un mar de voces disonantes dibujan el último retrato de Noyola. Las voces de sus amigos, de sus enemigos, de sus parejas, de sus colegas, y de aquellos que lo reconocen como un cuerpo tirado en un callejón, como un asesino, o como el pendenciero que buscaba a la violencia en los bares más sórdidos de la ciudad.
¿Cómo era en realidad Noyola?: quién sabe. ¿Dónde estará Noyola?: sepa. Pero al menos, sin saberlo, fue el protagonista de un gran documental.