
En esta ocasión Edgar Wright (Shaun of the Dead) adapta el célebre cómic de Scott Pilgrim vs the world, que en sus páginas narra la historia de un joven que se enamora de una chica con severos problemas de personalidad. Lo que el protagonista no sabe es que para conquistar a su amor deberá pelear y derrotar a los siete ex novios de la chica, que han formado una especie de liga de villanos para controlar el destino sentimental del protagonista.
La premisa de la cinta es a primera vista tan ridícula que inicialmente pensé lo peor, sin embargo Scott Pilgrim resulta ser una película realmente disfrutable. Una vez más nos encontramos a Michael Cera, ídolo indie/geek por excelencia, interpretando el mismo papel que ha ejecutado durante toda su carrera y que sin duda domina a la perfección, con la diferencia de que ahora pelea en un mar de efectos especiales contra los siete malignos exnovios de Ramona (Mary Elizabeth Winstead), entre los que se encuentra el siempre genial Jason Schwartzman.
Toda la cinta está concebida como un gran homenaje a los videojuegos y el enorme catálogo de referencias culturales que la ambientan es excelente. Zelda, Mario Bros, Double Dragon, Street Fighter e incluso Seinfeld, se mezclan con una narrativa frenética soberbiamente ejecutada por Wright, en donde la cantidad de información que se recibe en apenas unos segundos es impresionante.
El soundtrack, compuesto por el gurú musical Nigel Godrich en compañía de Beck, Broken Social Scene, Black Lips, etc. es por supuesto impecable y constituye una parte importante de la narrativa del filme.
Curiosamente lo que hace que esta película sobresalga no es su historia, que si se analiza de forma independiente resulta disparatada e insípida, sino la dedicación y el cuidado milimétrico con el que están armados todos los pequeños detalles del metraje y que en definitiva generan un producto accesible, fácil de digerir y divertido.
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